Cuando empecé mi carrera en el campo de las comunicaciones, con varios años y arrugas menos, sentía que lo que decían mis jefes era siempre lo correcto o lo más sensato. Y yo tenía esa impresión bien sea por la autoridad que ejercían sobre el equipo, por las canas que llevaban en el cabello, por sus años de experiencia laboral, o por una combinación de todo. Y aunque a veces sentía que sus decisiones no eran las más adecuadas o pensaba que había otras formas más eficientes e impactantes a las que ellos proponían, me resultaba muy difícil expresar una opinión que discrepara de las suyas, o dar otra alternativa. Sin embargo, una vez que la decisión era tomada y analizábamos en equipo lo que pudo mejorarse o cambiarse, mis jefes me resondraban porque esas ideas u opiniones que había pensado y no había expresado en su momento pudieron haber mejorado los resultados o la ejecución del trabajo. ¡Y a veces se les unían mis compañeros de equipo también!
Con el pasar de los años, y ahora como gerente y manejando equipos multidisciplinarios bastante grandes, no hay decisión que yo tome o dirección que yo brinde sin que haga una pausa y pida la opinión de mi equipo. Lo hago porque esas discrepancias y puntos de vista diferentes solamente enriquecen la discusión en la toma de decisiones, y fortalecen los fundamentos de una decisión. Claro, no todos los gerentes piden opiniones en público ni todos están abiertos de manera rápida e inmediata a evaluar posiciones diferentes. Eso depende mucho del estilo de liderazgo de cada gerente y del tipo de decisión que se tome y el contexto en el que se haga. Por ejemplo, si estamos en una etapa de crisis y hay que tomar decisiones de emergencia o con información confidencial, pues no hay mucho que consultar ni opinión que pedir, pero esas son las excepciones de lo que debería ser la regla.
Lo que sí puedo asegurar es que independientemente de la naturaleza del trabajo que desarrollemos, sea servicios o producción, con uso de alta tecnología o no, con interacción con los clientes o no, en cualquier ámbito, todo gerente que quiera tener un alto desempeño y generar impacto en su empresa siempre va a estar dispuesto a escuchar opiniones diferentes a la suya. Aquí te paso cinco tips para que puedas estar en desacuerdo con tu jefe y no “mueras” en el intento:
- Escoge un buen tiempo y espacio. Alguien me dijo alguna vez “celebra y halaga en público, critica y discrepa abiertamente en privado”. Tal vez sea uno de los mejores consejos que me han dado en mi carrera, y que funciona perfectamente cuando se trata de estar en desacuerdo con mis superiores. No importa que tan intensa sea tu opinión o que tan grande tu disentimiento, siempre piensa en cuándo y en dónde hacérselo saber a tus jefes. Lo ideal es acercarse a tu jefa o jefe, agendar una reunión, y conversar en privado. Algo muy importante: pregunta, antes de empezar, si es que a tu jefa o jefe le gustaría escuchar un punto de vista diferente.
- Enfatiza los puntos en que estás de acuerdo. Es importante recalcar que tu punto de vista parte del mismo interés y deseo de obtener resultados de impacto, o de encontrar la mejor solución o tomar la decisión más adecuada. No hagas de este desacuerdo una cuestión personal, no es quien gana o quien sabe más independientemente de la posición de autoridad en que se encuentren. Ese no es el enfoque adecuado. Más bien enfócate en el objetivo general (o lo que se dice big picture, en términos de gerencia: no te enfoques en el árbol sino en el bosque) Lo importante aquí es mostrar respeto por las opiniones y argumentos que tus jefes han presentado.
- Prepárate. A mí me resulta muy productivo poner mis ideas en orden en un papel (o en el teléfono). Ese ejercicio de escribir es muy útil para ayudarme a identificar debilidades en mi lógica y fortalecer mis sugerencias. Parte de este proceso de poner mis ideas en orden es tener varias preguntas para mis jefes, y no suponer o asumir información. ¿Por qué esto es importante? Porque los gerentes tenemos información que no siempre se puede compartir y esos datos juegan un factor determinante en la toma de decisiones. Así que la mejor manera de estar preparados es preguntando si hay otros elementos en juego de los que tú que no estés al tanto y que cumplan un rol decisivo en la decisión. Para hacer de este un encuentro productivo y enriquecedor, tienes que practicar la escucha activa y hacer preguntas tanto o más que brindar tus opiniones.
- Brinda una alternativa o solución. Durante la conversación, reajusta o fortalece tus propuestas y ofrece alternativas de solución que sean factibles de ser implementadas en vista de la información que recibas de tus jefes y del tono de la discusión. La alternativa que presentes debe considerar cómo se lograrán de igual o mejor manera los objetivos establecidos y beneficiará a la empresa u organización. Dependiendo de tu tiempo en el trabajo, presenta alternativas que hayan funcionado en situaciones similares. La historia institucional que forma parte de cada empleada o empleado es un valor altamente apreciado. ¡Debe usarse siempre de manera juiciosa!
- Ofrécete a ayudar en la implementación. Recuerda que la decisión final siempre será tomada por los jefes. Independientemente del resultado final, si tu idea u opinión fue aceptada o no, es importante que tus jefes vean en ti un empleado o empleada que está comprometido con la empresa y el trabajo, que respeta las decisiones asumidas, y que contribuirá a la ejecución de la decisión realizada. Y una vez que se concluya la reunión, no reabras esta conversación ni con tus jefes ni con el equipo a menos que el contexto haya cambiado.
Espero que estos tips te ayuden a ganar mayor confianza para presentar y sustentar un desacuerdo a tus jefes. Recuerda que es muy importante que brindes tus opiniones a tiempo, de manera elocuente y robusta. De esa manera ganarás el respeto no solo de tus supervisores sino también de tu equipo.
¡Mucha suerte y a seguir creciendo y desarrollándote!
